El Castillo

El Castillo

El castillo de Poza es espectacular por su emplazamiento en la cima de un macizo calizo, aislado, de una verticalidad que lo hace inaccesible. El castillo y el roquedo en el que se asienta se encuentran en el borde oriental del diapiro, permite por el poniente el control del acceso a la villa y a la Bureba desde el Páramo, y la hegemonía sobre el valle salinero, y por el levante permite un dominio visual sobre la cuenca burebana.

Protege el Salero y sobre todo el caserío de la villa, ceñido por la muralla y asentado en su falda oriental. Al pie del peñón quedan los restos de los dos cubos que flanqueaban el arco de acceso al patio de armas de la fortaleza. En la cima el castillo se dispone en dirección norte-sur, con la fachada en el oeste, y los restos de la torre en el extremo sur. En su interior, se conserva en perfecto estado una estancia larga y estrecha parcialmente excavada en la roca, dividida en dos espacios por un paño de muro en el que se abre un arco de medio punto, y cubierta por una bóveda de cañón levemente apuntada sobre los propios muros, de gran potencia. Al fondo una escalera tallada en la roca conduce al piso superior, una terraza de unos 36 metros de longitud en la que está excavado un aljibe.

Este castillo tuvo las funciones de vigilancia y prisión, en alguna ocasión de personas ilustres como ocurrió en 1528 con los embajadores de Francia, Milán, Florencia, Inglaterra y Venecia, de la Liga Clementina,  por orden de Carlos V. En la Guerra de la Independencia, se produjo aquí un enfrentamiento entre las tropas napoleónicas al mando del General Palombini y la guerrilla de Francisco Longa y Juan de Mendizábal, que se conoció históricamente como Acción de Poza. Durante las Guerras Carlistas el castillo fue ante todo lugar de control y vigilancia.